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lunes, 30 de enero de 2012

Lucentum y Ghendalar. Historia parte 1

LUCENTUM

GHENDALAR
Ghendalar,  despertó de su sueño reparador,  para encontrarse con la realidad de ingresar a la orden de paladines de la alianza de Lordaerom esa misma mañana. Con tan solo dieciséis años de edad, había experimentado la muerte desde muy cerca; su padre murio a manos de un orco,  dejandolo marcado de por vida y,  prometiendose,  que daría su vida por la defensa del reino de los humanos,  sin impórtale su propia vida. 
    Era algo perezoso, pero tenía que levantarse como cada mañana para sus ejercicios con la espada y sus estudios de historia.  Le encantaba leer,  siempre y cuando fueran relatos  de  caballeros y paladines que estuvieran dispuestos a luchar contra el mal que incidiera en las vidas de la gente de la Alianza. Pero,  la tranquilidad,  le reconfortaba hasta el punto de prácticamente invernar- Uffff si tuviera que dormir poco, ¿qué sería de mi?- dijo Ghendalar para que solo el escuchara su reflexión.
    Se levanto y se dispuso de la armadura de mallas que le habían facilitado para la  ceremonia, no sin antes acicalarse y lavarse para la ocasión.
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    Dos hombres se abalanzaban hacia la frágil  figura de tan solo uno setenta de altura. Fintando a uno, y derribando al otro con un golpe de la empuñadura de su espada.
     El hombre derribado,  se levanto con la mayor velocidad posible para defenderse de la siguiente arremetida de la joven; sin éxito alguno, pues esta, echó un paso atrás para mantener la distancia de seguridad de la estocada. La estocada silbó el aire  y la joven contraataco con una patada a la cara del hombre mientras el otro cargaba una vez más hacia ella, que evadió el ataque metiéndose por debajo de la defensa de este  para levantarlo en plena carga, y  así,  dejarlo boca arriba en el suelo.
-    Lucen, como te has levantado hoy. Una mas así, y mi mujer tiene que buscarse otro marido que la alimente-  dijo el hombre que estaba en suelo boca arriba mientras se levantaba con la mano en alto,  en señal de que cesara cualquier ataque. El entrenamiento había terminado.
-    Al paso que vas, tu mujer tendría que alimentarte y luchar por ti - la sonrisa de la espadachín cegaba a cualquier hombre. La mujer, de nombre Lucentum (idioma perdido en la historia) era el claro ejemplo de cómo una mujer que podría haber tenido a cualquier hombre, dedicada su vida a la espada y la luz. Un largo cabello moreno, ojos verdes, facciones finas como la misma reina de Lordaeron y una piel tostada denotando su origen sureño.  Ella  fue una niña huérfana traída de la vega de Tuercespina para ingresar en el orfanato de las tierras de Arathi. 
-    Lástima que los hombres hayamos perdido la posibilidad de desposarte. El reino perdió una bella dama pero gano una gran guerrera-  se acerco a los dos el instructor desde el otro flanco donde había caído de una patada de la joven- Creo que ha llegado el momento de prepararnos para tu  iniciación como paladín.
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    Ahora, era un paladín: servidor de la Luz; servidor del reino; servidor de la vida; servidor de su rey.  Y como tal, debía comenzar su instrucción junto con otros iniciados de los principios de la Luz para servir al reino de Lordaeron.
    El entrenamiento era duro. Semanas y semanas de comprender como la luz penetraban en su cuerpo para luego aplicarla en sus distintas acciones. Comprendía  casi  en su totalidad, el arte de la lucha con la Luz.  Notaba como penetraba en él para darle una visión clara de los movimientos de su enemigo,  para sentenciarlo con un ataque más rápido que un humano mortal. La Luz era poderosa en él para el combate.
    Una mañana, dentro del complejo instructor,  mientras se dirigía hacia  la iglesia para rezar a la luz. Vio como una mujer estaba rodeada   por cuatro hombres con las armas en ristre, dispuestos a luchar todos contra  ella. Ghendalar, fue a interceder tal injusticia,  pero fue parado por uno de los espectadores que le dijo- tranquilo chico, ¿ no conoces a la joven Lucentum- Ghen negó con la cabeza sin emitir sonido alguno, mientras no apartaba la vista de la escena- Pues ves acostumbrándote a ella, es una fiera en combate-dijo el veterano que lo paró.
    Observo como la mujer iba derribando uno a uno a sus contrincantes sin el menor impedimento, en una danza bella y a la vez mortal con su espada. Fueron derribados finalmente. 
    Ghen, después de que los contrincantes se fueran malhumorados por otra derrota más, se acerco a ella para conocer a esa compañera mortal- No está nada mal para una muñequita como tu- dijo Ghen mostrándose simpático.
-     Acaso ¿quieres que el combate contigo sea más que un entrenamiento, y termines en una tumba?- miro Lucentum a la cara del pelirrojo con sus pecas en los pómulos y su cara imberbe-  Muchos, han intentado intimidarme por mi razón de mujer y, créeme, no ha salido bien parados.
-    Perdón, no era mi intención ofenderte. A veces, debería meterme la lengua por donde…. Bueno, me llamo Ghendalar. Un placer, el conocer a una mujer como tu- Ghendarlar tendió su mano para que esta la agarrara por el antebrazo a la forma de cualquier hombre. Lucentum, viendo el gesto de igual que le mostraba el pelirrojo, se la tendió- Mi nombre en Lucentum y no me gustan los comentarios contra mi condición de mujer, pelirrojo. ¿Te has mirado al espejo? Pareces una carlota andante- rió con esa sonrisa sensual que solo la paladín podía expresar.
    Los dos paladines se dirigieron hacia la capilla para los rezos matutinos.
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    Dos años han pasado desde la academia, cuando Ghen y Lucen se preocupaban por rezar y comprender el significado de la Luz,  mas los entrenamientos con armas. Muy lejos ha quedado  la química, el entendimiento y la camarería  por superar todos los obstáculos de la instrucción. Aquellos días  cuando nació el amor entre dos personas unidas por la Luz, cuando el pelirrojo y la morena se amaron sin  descuidar su deber por su pueblo y  su nación.
    Ahora, el uno y el otro, espalda con espalda. Están siendo atacados por una horda de no-muertos creados por la maldad de la plaga.
-      ¡¡¡¡Lucen, el flanco derecho, cuidado!!!- chilló Ghen viendo como desde la lejanía una masa de músculos y cuerpos cosidos unos con otros, han creado un armatoste de tres metros de altura.
-    Ghen, debemos retirarnos, esa cosa es demasiado para nosotros. Avanza y utiliza la Luz para deslumbrar a los nomuertos- a la orden de Lucentum, Ghen levanta con una mano una reliquia de algún antepasado paladín.
 Invocando la Luz, un rayo de energía lumínica aparece en línea recta haciendo a los nomuertos echarse hacia tras para crear un camino.  Ante tal situación, Lucen se dirige tras Ghendalar por el camino despejado por el efecto de Luz hacia lo que parece un lugar seguro estratégicamente. Una cueva.

    Una vez recuperado el aliento y casi en plena oscuridad. Ghen levanta la cabeza del suelo con fatiga- Tenemos serios problemas, morena.  Acaso, ¿ha llegado el final de nuestra carrera?- responde el paladín con una sonrisa satírica, riéndose de la muerte y de los nomuertos. 
-    Muchos tienen que caer antes para poder vencerme, niño con pecas. O ¿acaso olvidaste que soy mejor espadachín que tú?- Lucen miro a Ghen a los ojos.
-    La cuestión de todo esto es que estamos rodeados por un ejército de no muertos y no tenemos escapatoria. Dudo que los refuerzos de Uther lleguen a tiempo para despejar esto. Por lo tanto, solo me queda decirte  que ha sido un honor esta con tal paladín como tú. Que la oscuridad de mi vida tras la muerte de mi padre se desvaneció cuando te encontré en pleno combate rodeado de esos hombres, y cuando me atreví a acercarme y presentarme- Ghendalar se levantó del suelo frio de la cueva, y Lucentum le imito. Se quedaron fijamente mirándose el uno al otro en medio de la cueva con las caras llenas de hollín y las armaduras llenas de una sangre negra de sus enemigos.
-    MI niño pecoso, no hace falta que te pongas tan melodramático para decirme que me amas. Lo sé, y tú también sabes que no hay hombre como tú que aguante tanto mi mal humor cuando blando una espada.- Lucentum le abrazo con fuerza y lo beso con pasión- Siempre te querré Ghen, quiero que lo sepas, y que mi pelirrojo no puede acabar así. Te amo demasiado- Ghen miro con dubitativa a los ojos de Lucen mientras notó como su cabeza era golpeada por la empuñadura de la espada de Lucentum.
-    Una vez, me dijiste que lo dejarías todo por estar junto a mí. La orden, la luz, todo.  Pero yo no quise. No obstante, tuviste el atrevimiento de darme este pañuelo bordado como símbolo de una unión que nunca se realizo, y creíste que lo tiré y me deshice de él- dijo Lucentum entre lagrimas mientras de la coraza de su armadura sacaba un pañuelo bordado con el símbolo de un ojo dorado y con una frase en el reverso que citaba “Dos amantes que solo pueden ser noctámbulos para amarse” mientras los dejaba en la mano del inconsciente Ghendalar.
    Lucentum deja el cuerpo inconsciente de Ghendalar en la cueva con paso decidido hacia la luz del campo de batalla. La horda de muertos al ver como un ser vivo aparece de la frondosidad de un bosque, se abalanza con rapidez hacia la paladín.  Ella, se pone en posición defensiva para recibir la oleada de ataques provenientes de los no muertos. Estocada tras estocada, la fuerza de la paladín va mermando a medida de que sus enemigos crecen en número, pero las fuerzas no le flaquean mientras grita- MI pelirrojo, vivirás.¡¡¡Vivirás!!!- con ese último grito, la oleada de no muertos hacen retroceder a la paladín hasta derrotarla.
    Una masa de cuerpo la tiran al suelo mientras en entre gruñidos y sonidos de desgarres de carne, se oye los gritos de una joven paladín.
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    Ghendalar despertó con la luz del alba entrando en la cueva. Sintió el tacto suave del pañuelo en su mano, la textura de los bordados, el olor a ella. Se incorporo con la mayor velocidad posible, mareándolo en el proceso por el fuerte impacto recibido en la cabeza.  Empezó a buscar por la cueva y no la encontró. Salió de la cueva para ver como las tropas de Uther llegaban en plena batalla, y como los no muertos huían al ver que su ejército se reducía ante la nueva amenaza. 
    El paladín estuvo buscando hora y horas entre los cuerpos mutilados de los no muertos y sus compañeros caídos en la batalla. ¡No la encontraba!
-    Chico, deja de buscar, no la vas a encontrar. Hemos encontrado esto- Uther se dirigió al único superviviente de su guarnición, enseñándole las credenciales y el tabardo de Lucentum. Sargento de la mano de plata.
-    No, no, no, no….¡ NOOOOOOO!!!!- chillo con todas sus fuerzas al ver los objetos de su compañera-  ¿ Por qué? ¡Estúpida niña creída, podíamos haberlo hecho juntos!- chillaba entre lagrimas mientras caía de rodillas en el campo de batalla, agarrando con todas sus fuerzas el pañuelo que ella deposito en su cuerpo inconsciente.
-    Lo siento, chico. Algún día pagará la plaga y sus dueños por ello, lo juro por la luz- dijo Uther mientras apoyaba su mano en el hombro desconsolado de Ghendalar.
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-    Despierta niña de entre los muertos, aun no ha terminado tu tarea en este mundo- una voz profunda llegaba a los oídos de la joven- Despierta,  y véngate de tu antigua existencia y de aquellos que te dijeron que eras débil.
    Su pelo se había vuelto blanco, su piel cobriza paso a ser de un color enfermizo y sus ojos no tenían iris ni pupila.  Su nombre, perdido en la antigua parte de su anterior existencia. Ahora, ella era un ser traído del averno de la muerte para llamarse: “Noctambula”.


    Continuara…….
 

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